Manifiesto del V Encuentro Feminista del Paraguay

En el manifiesto feminista leído durante el cierre del 5to. Encuentro Feminista del Paraguay, llevado a cabo en Asunción durante los días 18, 19 y 20 de octubre, las y los participantes sostuvieron que pondrán la cara, las voces, manos y pies para avanzar y exigir que la política, el placer y el poder dejen de ser espacios vedados, prohibidos o penalizados para las mujeres. A continuación, compartimos el documento.

El 5to. Encuentro Feminista del Paraguay nos mueve a Asunción desde distintos rincones del Paraguay con nuestra diversidad de deseos, ideas y luchas, con nuestros dolores y resistencias, nuestros placeres y alegrías. Estamos en este espacio feminista construido por organizaciones y redes diversas con ganas renovadas de compartir, conocer, discutir, criticarnos, reír y aprender desde nuestro deseo cada vez más fuerte de un país y un mundo mejor, que solo puede ser conseguido transformando las desigualdades injustas entre los seres humanos. Como mujeres que históricamente hemos sido tratadas con desigualdades y discriminaciones reconocemos las diferencias y pluralidad como riquezas humanas. Aprendimos con claridad que ser diferentes no es igual a ser menos. Por eso, un país y un futuro mejor no podrán conseguirse mientras se quite derechos o se discrimine a cualquier persona.

Hoy, en Paraguay sectores poderosos desde el mismo Estado ponen en cuestión la universalidad de los derechos humanos y hasta se criminaliza a las personas defensoras de estos derechos. El golpe de Estado del 2012 fue un retroceso al utilizar la lógica de la eliminación del enemigo y no la disputa democrática para acceder al poder político. Por eso, hablar de pluralidad y resistencias en el Paraguay es una discusión fundamental. ¿Qué pasó en Curuguaty? es una pregunta que ilustra el dolor del Paraguay de hoy, herido por el retroceso político y democrático, donde la injusticia es la única respuesta.

Las mujeres somos parte del dolor paraguayo y de las resistencias frente a las muertes de Curuguaty. Del mismo modo que no somos cómplices de las muertes cotidianas causadas por la criminalización del aborto sobre las cuales también se ha instalado un manto de silencio cómplice. Desde nuestros feminismos diversos: campesinos, políticos, populares, urbanos, artísticos, lésbicos, masculinos, femeninos, queer, tecnológicos, anarquistas, académicos, organizados, revolucionarios, raros, ponemos la cara en contra de esas muertes, con compromiso y sin miedo. No somos ni seremos cómplices de los crímenes de odio y de las muertes que el patriarcado sigue ejecutando todos los días con la violencia hacia las mujeres. También ponemos la cara por las travestis, las trans que son también ejecutadas bajo el amparo de esta misma injustica. No somos cómplices de ninguna clase de pena de muerte, disfrazada como discurso opresor como defensa de la vida. Las mujeres sabemos bien que ésta es la defensa de la vida, como precursoras de la agricultura, como semilleras de la tierra. La tierra también amenazada por los dueños del veneno que pretende privatizar el derecho al alimento, al agua, al sol y a la vida. Con la lógica del monopolio y la eliminación de la diversidad en la naturaleza, la soberanía alimentaria es también la soberanía de nuestros cuerpos.

Las discriminaciones, la negación de derechos, de la soberanía de decidir y la lógica de eliminación del enemigo son parte de la estrategia del odio para dividir a la familia humana universal, tomando las diferencias de su realidad como amenazas. Reivindicamos el placer como palabra subversiva frente a la negación de la dignidad humana universal. Rechazamos su prohibición como pecado, como crimen, como enfermedad o marginalidad. Rechazamos la doble moral que privatiza el placer como privilegio que se puede comprar y vender.

En este encuentro de resistencias, placer y pluralidad, desde la diversidad de nuestras luchas ponemos la cara, nuestras voces, manos y pies porque no somos cómplices, no nos callamos,  ponemos el trabajo y nos comprometemos a avanzar y exigir que la política, el placer y el poder dejen de ser espacios vedados, prohibidos o penalizados para las mujeres.

Que la igualdad laboral, en relación a todas los demás trabajadores y trabajadoras, sea una realidad para las trabajadoras domésticas; que haya justicia en el caso Curuguaty y seguir preguntando ¿qué pasó en Curuguaty?; que la soberanía alimentaria sea una realidad; que se reconozcan los derechos de las lesbianas; que se garantice una política nacional de cuidado, especialmente de guarderías con acceso universal para las mujeres trabajadoras.

Que el Estado cumpla su deber de investigar y hacer justicia en el caso de asesinatos a personas trans; que nuestros derechos sexuales sean respetados y nuestros derechos reproductivos sean garantizados; que las niñas y adolescentes accedan a una educación sexual con igualdad y sin riesgo sexista; que el trabajo sexual sin explotación sea reconocido como trabajo; que se despenalice el aborto por la vida de las mujeres y contra su muerte; por el pleno reconocimiento, ejercicio y realidad de los derechos de los pueblos indígenas del Paraguay.

Rechazamos todo tipo de violencia contra las mujeres, contra la soberanía de nuestro cuerpo, contra nuestros derechos a decidir, contra la criminalización de defensores de derechos humanos. Es hora de construir una nueva historia, sin retrocesos, fundamentalismos ni viejos rumbos.

Asunción, 20 de octubre de 2013

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